Foto Paulina Chamorro
Seré mi Ausencia.
Frente a nosotros una serie de proyecciones, películas dentro de películas en las que vemos tiempos y espacios que tuvieron lugar. Niños, jóvenes y ancianos que representan las tres etapas de la vida de una persona. Los tiempos, espacios y personas, en distintos momentos de sus vidas, presentes simultáneamente como fragmentos de existencias reunidas para ser un todo completo a la vez que incompleto.
En la capa equivalente a nuestra realidad, una anciana toca en el piano una melodía que se repetirá durante toda pieza, una y otra vez. Observa las imágenes como nosotros lo hacemos. Todos miramos, todos escuchamos, incluso los que están en los tiempos y lugares de las filmaciones. Es un encuentro numeroso de generaciones, de vidas que se sellan con besos en los labios. La posibilidad de ser una comunidad filial amorosa, eternamente sucediéndose.
El vitalismo de esas presencias filmadas se instala con extrañeza entre nosotros por su condición fantasmagórica, porque nada está ahí, pero están pulsadas por el deseo de su acontecimiento, por el familiar ejercicio de recordar y traer de la memoria el olvido.
Sin embargo, cuando nada acontece en las proyecciones, cuando la pantalla calla, nos damos cuenta de lo que verdaderamente está ocurriendo, que nos hemos quedado solos con la anciana y la melodía del piano. Estalla con fuerza la ausencia de todos los que estuvieron, de lo que hemos sido, de lo que otros han sido, de todas las vidas posibles y entonces vislumbré mi propia muerte.
Si en la versión anterior el espectador asiste a la construcción de la mirada de un colectivo que incluye al espectador, esta vez asistimos a la contemplación de su ausencia: cruda invitación; intensa y llena de trágica belleza, ni más ni menos que la de sentirse vivo.
Escrito paara Escena Contemporánea 2012
Por Paulina Chamorro