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Escrito por Quim Bigas para ¿Qué puede un cuerpo?
Hubo personas que se preguntaron ¿Qué puede un cuerpo? y muchas cosas pasaron:
Se confundió la lealtad con la reafirmación de uno mismo,
la acción con el pensamiento,
el virtuosismo con
la
composición
Virtuosismo podría ser la capacidad de hacer algo muy bien. De hecho, podría ser la persona cuya especialidad es gratificante y relevante para un contexto. En ese caso, un gran violinista no recibirá reacción a su virtuosismo en sitios dónde no se le espera ser escuchado. Esa reacción no tiene nada que ver con las capacidades de los asistentes o el mismo músico, sino con la capacidad de absorción que generan ciertos contextos. Para ir más lejos, para los asistentes, sobretodo, el virtuosismo es una sorpresa ya que pocas veces se da por hecho. A parte de los pianistas, nos encontramos a los magos, el oficio más comúnmente relacionado con el virtuosismo. En ese caso, lo virtuoso está en la capacidad de crear ilusiones que puedan parecer reales. Así pues, lo virtuoso está en la ilusión y en la oportunidad que nos ofrecen los contextos y sus condiciones. El que se sabe virtuoso a menudo deja de serlo sino sigue trabajando.
Vemos que la virtud está muy presente en su raíz. Marguerite Yourcenar dice o decía o sigue diciendo que “Nuestro gran error es intentar obtener de cada uno en particular las virtudes que no tiene, y desdeñar el cultivo de las que posee.” Desde allí podemos o puedes o pueden enlazar con la idea de potencia, tal como Deleuze compartió en su momento. Esta premisa es una fuente importante para encarar el proceso creativo de algunos artistas, así como todo su acercamiento a la creación de afectos.
En ese aspecto, ya llegamos a la convicción, de algunos, que creen que la virtud tiene que ver con la potencia y las posibilidades individuales de cada individuo a generar y recibir afectos, así como a poder generar y relacionarse en base de ellos. De todas formas, lo virtuoso no es virtuoso en los ojos de todos. La virtud tampoco. Lo virtuoso se relaciona, comúnmente, con la inteligencia y la capacidad de ejecutar “a la perfección” el ejercicio que se quiere llevar a cabo para un público. La perfección tampoco es perfecta en los ojos de todos. Así pues, una parte del mundo podría creer que el artista virtuoso es una actitud o una mera representación de aquello que, normalmente, es un espectáculo. Una ilusión que se escenifica para arrancar unos buenos aplausos. Otros, creen que el artista virtuoso es una consecuencia de la dedicación y obsesión con el trabajo en sí y no con los productos que derivan de ello. Hay virtuosos que, por delante de todo, buscan formas de compartir sus pasiones y, así pues, su devoción por lo que hacen.
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La composición, en cambio, es un sentido del orden: una articulación e incluso un discurso que quiere ser compartido a partir de los medios de, en este caso, el artista. Una línea de puntos relacionables o no relacionables que nos quieren llevar a generar ciertos pensamientos o afectos. Confucio decía que “Un hombre de virtuosas palabras no es siempre un hombre virtuoso”. Dicho esto, la composición no te hace virtuoso pero te hace articulado y compartible. De todos modos, hay que confesar que existen compositores virtuosos cuya primera labor es componer. La composición es una labor que ocupa al compositor. Por otro lado, el virtuosismo se lo ponemos los otros ya que es una etiqueta dada por “otros”. Si te sientes virtuoso pierdes virtud.
Hay órdenes que no percibimos y que son tremendamente compositivas; la composición puede ser visible o invisible dependiendo de los deseos del artista y la relación que quiera con los presentes. Normalmente, la composición nos ayuda a generar algo nuevo o un desconocido orden. Así pues, es una plataforma muy clara para la articulación y la persuasión en base de nuestros deseos.
Una de las definiciones de componer contiene lo siguiente: “Adornar” (Diccionario de la lengua española © 2005 Espasa-Calpe). Aquí podemos percibir el peligro de la composición: proponer un orden o simplemente proponer un adorno. Hace algunos años, un profesor me hablaba continuamente de que cualquier cosa mala tiene que estar bien adornada. Incluso me acuerdo que hablaba de los flecos como un buen escondite o como el vestuario como una capa que invisibiliza algunos fallos de movimiento o las luces que esconden en lugar de mostrar. Volvemos, pues, a la ilusión. Adornar es una ilusión. Es pensar que han cambiado el espacio de tu casa para tu cumpleaños sabiendo que el que va limpiar al final, serás tú. Es ver Superman y vestirte de superhéroe pero no tirarte por la ventana porque sabes lo que va a ocurrir. De todas formas, dicen que “Si la mona se viste de seda, mona se queda”.
La composición, para algunos, es un trabajo. Y no estoy solo hablando de los químicos que trabajan con nuevas composiciones para encontrar soluciones, si no también estoy hablando del artista que decide componer además de crear. Crear a partir de su interés, a partir de su obsesión y encontrar contextos y formas de externalizar lo que quiere hacer, independientemente de la perfección o no-perfección del ejercicio.



Por Quim Bigas