Pasiaje de tiempo con cuerpos y atardecer.
Festival Domingo < 02 y 03 de junio 2022 < La Casa Encendida
Subí a la terraza del La Casa Encendida a observar el último resplandor de la práctica propuesta en el encuentro Un palo hace muchas sombras, organizado por Sociedad 0 y festival Domingo.
Una tarde apacible y luminosa, color azul cielo casi cobalto.
Los cuerpos que estaban ahí organizaban sus movimientos de manera natural. Aquello que los vinculaba, por más efímero que fuera, seguía vivo aunque no se dejara ver. Había que observar esa danza ínfima como destellos de luz suavecita que se encendían y apagaban indistintamente con ligera calma. El paisaje se desenvolvía como un espacio rodeado de tibieza. Y los cuerpos movían objetos y los objetos hacían sombras. Huecos ausentes o surcos negros que desocupaban la luz.
Brillos que se materializaban con lentitud, «a paso de sol», dejaban ver otros ritmos de trabajo, ese trabajo que no pone a trabajar algo, sino que abre espacio para generar unas condiciones afectivas que exceden lo productivo. El espacio afectado por la luz afectaba a su vez esa forma de trabajo vinculada al deseo y los sueños.
Espacio que pone en pie su arquitectura de sueños.
En la terraza se estaba muy a gusto acompañando el atardecer que se precipitaba sobre nuestras cabezas. Bajo estas condiciones vislumbramos el tiempo de contemplar y suspendimos el tiempo de narrar y solidificar. Acompañamos los minutos y los segundos “a su tiempo”, o como se dice, “a su ritmo”, sin producirlo o apurarlo.
Entonces, bajo esa cúpula de celeste cielo eléctrico con pájaros, vimos que el tiempo no se nos escapaba entre las manos, que era posible dejarlo estar entre nosotras como un afecto más.
Los cuerpos como relojes de sol, marcaban las horas en la superficie blanca. Se dejaban cegar por un brillo que tropezaba con un material, absorbiendo incandescencia que producía una duración… la duración del tiempo de las cosas. Así, nos convertimos en algo radicalmente pasajero.
Me deslumbra ese hacer del tiempo.
Descanso porque estás desapareciendo en el mismo momento en que apareces.
¿A qué huele ese tiempo solar y efímero sobre el que te mueves?
Entonces recordé aquello que decía el poeta Peter Handke: ¿Por qué nunca se inventó un dios de la lentitud?
Compartimos algunos momentos de ese estar afectuoso con el tiempo.
Fotos Paulina Chamorro